viernes, 27 de febrero de 2009

LA CRISIS DE LA PEDAGOGÍA RADICAL

La pedagogía radical ha desafiado la ideología de la teoría tradicional y su práctica, desarrollando nuevos lenguajes teóricos y modalidades críticas para sugerir que las escuelas eran principalmente agencias de producción social, económica y cultural de los grupos dominantes. Pero en su intento por despolitizar esos lenguajes, reprodujo y legitimó la autoridad política y cultural de aquello que denunciaba. A pesar de su éxito en el desarrollo de agudos análisis teóricos y políticos de la escolaridad, no pudo superar su propia lógica por estar desprovista de un discurso teórico que llegara a trascender el lenguaje de la crítica y de la dominación y en consecuencia, no ha podido construir enfoques y alternativas de la organización escolar, los curriculum y las relaciones sociales en el aula.-
Tampoco ha podido desarrollar una filosofía pública que integre los temas de poder, la política y la posibilidad respecto al rol que las escuelas podrían desempeñar como esferas públicas democráticas. La realidad de las escuelas "existentes" relegó la posibilidad de reformular el "cómo deberían ser". No ha podido pasar de una postura crítica a otra de visión sustancial y en tal sentido, no llegó a analizar las subjetividades como producto de la educación, ni la manera en que el poder organiza el espacio, el tiempo y el cuerpo pero fundamentalmente, la forma en que se utiliza el lenguaje para legitimar o marginar diferentes posiciones subjetivas. Por último, ha desvalorizado la importancia de redefinir el rol del maestro en cuanto agentes autodeterminantes del cambio político y pedagógico.-
De todo ello, se destaca como sustancial la necesidad de un soporte conceptual instituido a través de un vocabulario teórico y ético que constituya la realidad y no sólo la refleje. El conocimiento es una construcción social y no existe una realidad social que pueda ser experimentada fuera de la naturaleza social del lenguaje. Siempre hay un campo referencial en el que se sitúan los símbolos y ese campo referencial particular, ejercerá influencias sobre la manera en que los símbolos generan significado y dan sentido a la realidad de la cual se habla. Construido para dar cuenta de la realidad, el lenguaje puede ser usado para enmarcar y legitimar diferentes lecturas de esa realidad y en consecuencia, es el medio primario a través del cual se construyen las identidades sociales, se asegura la hegemonía cultural y se designa la práctica emancipadora sobre cuya base actúa (Fraser, 1992).-
La verdad no es independiente de los propósitos políticos y lingüísticos (Brown, 1987). Emplear el lenguaje para leer el mundo, determina en alto grado la manera en que pensamos y actuamos en y sobre el mundo (Volosinov, 1973) Esto puede entenderse así porque cada vez que lo usamos, reproducimos el modo en que nuestros procesos culturales han sido inscriptos en nosotros (Vygotski) y cómo nosotros a su vez, inscribimos y producimos nuestros propios guiones para nombrar la realidad y negociarla. Damos sentido a la realidad por medio de lenguaje que siempre se ofrece cargado de intereses y formas de poder social que nos constituye como sujetos. A partir de allí, también puede decirse que el lenguaje constituye nuestra subjetividad conformada por las múltiples posiciones que asumimos frente a los hechos de la cotidianidad y que dependen del discurso, la estructura social, la repetición, la memoria y la inversión afectiva, dándonos una sensación de coherencia en un mundo constante de cambio.-
El lenguaje y la subjetividad informan nuestra conciencia práctica en la cual el "yo" depende siempre de un "nosotros" y siempre es contingente con respecto a la localización histórica y social y al conjunto de relaciones sociales que constituyen la totalidad social más amplia. Por cuanto, la posición que asuma el sujeto será siempre un punto de vista adoptado por un hablante dentro de un discurso internalizado que revestirá aquellas formas materiales e institucionales sustentadas por la ideología y los efectos del poder. La singularidad del lenguaje reside entonces, en el hecho de que por medio de él damos cuenta de nuestra experiencia (la nombramos) y que actuamos consecuentemente en base a lo que interpretamos o malinterpretamos de esa experiencia.-
En función de la importancia que reviste el lenguaje, uno de los temas cruciales de la pedagogía crítica y de la lucha por el cambio social, es la lucha por nombrar y transformar la experiencia a través de él. El lenguaje moldea la manera en que vemos y actuamos con y sobre el mundo. Sólo cuando podemos nombrar nuestra experiencia - dar voz a nuestro propio mundo - estamos en condiciones de transformar el significado de esa experiencia por medio del examen crítico de los presupuestos que la construyeron. Poder situarse reflexivamente dentro del lenguaje, es poder historizar el rol de agentes sociales.-
Si la subjetividad es estructurada por el lenguaje, entonces la lucha estará dada en desarrollar nuevas formas de subjetividad y de lenguaje que puedan integrarse y expresarse en el cambio social. Dado que carecemos de una identidad inmediata de nosotros mismos, será necesario impugnar la experiencia de cada realidad para situarnos reflexivamente dentro del discurso ya que éste, instituye las posiciones que gobiernan el rango de perspectivas que nos servimos para interpretar el mundo. De esta manera, la pedagogía crítica, como forma de política cultural, puede ayudarnos a interrogar críticamente esos discursos para construir nuevas formas de subjetividad, de relaciones sociales y de disposiciones institucionales más favorables a la igualdad y a la justicia social.-
Por otra parte, el lenguaje siempre se construye con respecto a la especificidad de una audiencia a la cual se dirige no sólo en términos pragmáticos sino también en la viabilidad teórica y política de lo que pretende articular. De ahí que la teoría informa directamente a la práctica y la práctica reestructura a su vez, la teoría Pero esto no nos puede conducir a privilegiar la práctica sin tener en cuenta las complejas relaciones entre teoría/práctica y lenguaje/significado. El tipo de lenguaje crítico que se defiende no se ajusta a la posición anti-referencial ya que no es lo mismo defender una percepción sin mediación que afirmar que el lenguaje adapta la realidad tanto como la construye (McLaren-Goiroux, 1988).
Si lo referenciamos con el enfoque de la enseñanza que toma en cuenta el tema de la producción del conocimiento por medio del lenguaje y de la experiencia, una pedagogía crítica de la escolaridad deberá reconocer que los procesos pedagógicos mismos representan un aspecto importante de la producción de conocimiento en las aulas ya que es decisivo para el proceso mismo de aprendizaje, no sólo entender la manera en que los estudiantes buscan sus propios recursos culturales para producir sentido a sus apropiaciones sino porque legitima teóricamente las diversas formas de inversión que realizan en ese proceso.-
El tipo de pedagogía crítica del lenguaje y de la experiencia que deriva de los procesos productivos e interactivo del encuentro áulico, reformula la experiencia estudiantil en un triple sentido:
1. la experiencia es validada como fuente primaria de conocimiento y la subjetividad estudiantil es considerada como un depósito de varios niveles y con frecuencia contradictorios.-
2. proporciona a los estudiantes los medios críticos necesarios para negociar y traducir críticamente sus propias experiencias vividas y formas de conocimiento subordinadas.-
3. incorpora una teoría viable de alfabetización crítica centrada en los intereses y presupuestos que informan la generación misma del conocimiento.-
Operar de esta forma significa, asumir que el conocimiento no debe ser presentado como dado inexorablemente y autojustificado por su valoración académica a través del tiempo, sino que debe ser enfocado como una forma de producción que tiene en cuenta la naturaleza social constitutiva. Para que esta alfabetización sea efectiva, debe estar arraigada en las condiciones de vida concreta de los estudiantes porque, lo que vuelve crítica a esta forma de educación es la capacidad de lograr que el que aprende sea consciente de la manera en que las relaciones de poder, las estructuras institucionales y los modelos de representación trabajan sobre y a través de la mente y del cuerpo del que aprende para mantenerlo impotente, aprisionado a la cultura del silencio.-

Referencias bibliográficas:

Alicia de Alba (1995) Postmodernidad y educación.

McLaren, F.Goiroux (1988) Geografía de la identidad y el poder.

Paulo Freire (2o01) Pedagogía de la indignación

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